Estuve, (dice el bibliófilo Al-Hadrami), una vez en Córdoba y solía ir con frecuencia al mercado de libros por ver si encontraba en venta uno que tenía vehemente deseo de adquirir. Un día, por fín, apareció un ejemplar de hermosa letra y elegante encuadernación. Tuve una gran alegría. Comencé a pujar; pero el corredor que los vendía en pública subasta todo era revolverse hacia mí indicando que otro ofrecía mayor precio. Fui pujando hasta llegar a una suma exorbitante, muy por encima del verdadero valor del libro bien pagado. Viendo que lo pujaban más, dije al corredor que me indicase la persona que lo hacía, y me señaló a un hombre de muy elegante porte, bien vestido, con aspecto de persona principal. Acérqueme a él y le dije: <<Dios guarde a su merced. Si el doctor tiene decidido empeño en llevarse el libro, no porfiaré más, hemos ido ya pujando y subiendo demasiado>>. A lo que me contestó: << Usted dispense, no soy doctor. Para que usted vea, ni siquiera me he enterado de qué trata el libro. Pero como uno tiene que acomodarse a la exigencias de la vida buena sociedad de Córdoba, se ve precisando a formar biblioteca. En los estantes de mi librería tengo un hueco que mide exactamente el tamaño de este libro, y como he visto que tiene letra bonita y bonita encuadernación, me ha placido. Por lo demás, ni siquiera me he fijado en el precio. Gracias a Dios me sobra dinero para esas cosas>>. Al oír aquello me indigné, no pude aguantarme, y le dije: <<Si, ya, personas como usted son las que tiene dinero. Bien es verdad lo que dice el proverbio: "Da Dios nueces a quien no tiene dientes". Yo que sé el contenido del libro y deseo aprovecharme de él, pero por mi pobreza no puedo utilizarlo.>>
Recogido por Claudio Sánchez Albornoz "La España musulmana según autores islamistas y cristianos medievales". Buenos Aires. 1946, 2 vols.
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